El demiurgo.

El gnosticismo es una ramificación religiosa de la familia cristiana, aunque enfatiza su enfoque más en el aspecto filosófico y netamente espiritual que las consideraciones cristianas, donde se dedica mucho más esfuerzo en aplicaciones éticas de dogmas o puesta en práctica de ritos que acaban encontrándose en un plano más material. Su nombre se origina a partir de la palabra griega «Gnosis«, conocimiento. Desde aquella época, esta palabra se ha difundido mucho en sectores de la filosofía del pensamiento actual, como la magia del caos o el discordianismo con sus peculiares aproximaciones al desarrollo y evolución de la conciencia.

Arte gnóstico

Uno de los conceptos más importantes que el gnosticismo intenta transmitir con sus reflexiones, es la figura del Demiurgo. Se trata de una figura intermediaria entre Dios y los humanos que se ha encargado ni más ni menos que de la creación del universo o mundo material. Aquí entra el fuerte papel que cumple la gnosis en sus ideas, ya que es una forma de conocimiento esotérico o intuitivo con importancia muy elevada en la doctrina, considerado el único camino para llegar a la salvación del alma una vez que ha conseguido mostrar a ésta la salida del mundo material. Se trataría así de un enlace entre el cuerpo físico y la dimensión cósmica donde se encuentra, que superase las restricciones y espejimos impuestos por las perpeciones condicionadas. En este sentido tiene mucho que ver con el hinduismo/budismo y su Velo de Maya, capa transparente de ilusión en la realidad que vela el conocimiento y esencia del mundo dentro de élla, y es el objetivo a superar en la busqueda del despertar de la conciencia.

El Demiurgo se presenta como un aspecto tan grave en este contexto porque solamente la interpretación de su papel convierte y transforma el significado de su misterio completamente. Aquí se presenta la ambigüedad; existe una bifurcación que emana del hecho de que este ser intermediario y trabajador del dios cósmico pueda ser:
-una fígura malévola y tergiversadora, que disfrute aplastando la percepción para reducir sus capacidades y se encargue de tapar en la medida de lo posible el acceso a la conciencia divina para mantener apresado y bajo control el total del mundo material junto a la parte de esa materia que componemos los humanos.
-o bien, un simple trabajador cumpliendo sus ordenes, sin segundas intenciones o malicia, restrictivo sólo cuando resulta necesario para el funcionamiento dle mundo aparente, arbitro de equilibrio custodiando la neutra y benévola materia.

Imagen que posiblemente representa al Demiurgo

Esta es una dualidad que el gnosticismo ofrece bastante difícil de resolver, y con aceptar cualquiera de las dos interpretaciones hace variar el sentido del alma humana y su posición frente a la cuestión de la libertad. Si situamos el énfasis donde el mundo material es un producto benévolo y merecedor de nuestra confianza sin cuestionar al demiurgo, la actitud adecuada sería una aceptación total de todo como se presenta directamente, sin intentar huir de éllo o escapar en busca de la dirección profunda de las cosas. Pero con la opción del demiurgo malvado y engañoso, el camino para el alma se vuelve una batalla psíquica donde antes hubo un campo de rosas, una escalera constante hacia la realización personal y mental que nunca debe deternese ante las diversas manifestaciones físicas de los objetos o hechos (intentado abrir paso a un conocimiento oculto que descifre las causas y efectos aparentes), y preste atención constante y progresiva al mundo teniendo en cuenta que el demiurgo podría estar escondiendo y atrapando aspectos de la divinidad en la materialidad.

Un árduo camino y paisaje ideológico, que me parece muy importante sobre todo cuando es comparado con el alcance del cristianismo; quizá porque trabaja con imágenes y conceptos más sencillos, próximos a la ética cotidiana de las personas.

Lo que consigo a ver es como el gnosticismo contiene una autocrítica y una mentalidad abierta que lo honra y está muy avanzada en el tiempo, porque señala a su propia brecha y se atreve a decir: somos el fruto de este arquetipo que nos ha creado, situado entre dios y el hombre en la jerarquía cósmica, ¡y ni siquiera sabemos con que intención lo hizo! Implica que nadie regala aquí el conocimiento o la verdad, ningún ente metafísico proteje al hombre de su desidia y lo conduce evitando sus extravios, se es esclavo del mal y errores cometidos con la superación como única forma de arrepentimiento. Aquí el bien y el mal se esconden, y ya comienzan a seducir para que se vaya más allá de ellos hacia consideraciones más intensas (que a terminado recientemente en las críticas sobre la moral de Nietzsche, o las teorías sociales que señalan formas de control donde el individuo se encuentra esclavizado por un sistema complejo de poderes y normas y prejuicios; diseccionado espiritualmente en definitiva).

Esto me parece mucho adecuado para acercarse a una explicación de las entrevesadas circunstancias que forman nuestro mundo, que la visión simplista de Dios vs. Diablo y la lucha constante de opuestos cristiana. Un ejemplo sería: las personas no se limitan a una mera clasificación dentro de las dos categorias de bueno y malo, correcto e incorrecto, sino el inconsciente como factor condicionante siempre está actuando e impregnando la voluntad sin saber con que resultados. Sólo se trataría entonces de entender estos datos para dirigirnos lo mejor posible, conociéndonos y haciendo limpieza o purificación personal constante, para abarcar la realidad y nuestra conexión con lo divino sin intrusiones ni conflictos. Y sin esperar a un vida eterna, hacer lo más libre posible nuestro momento presente.

A veces me pregunto de quién será el fantasma
que te ha tapado los ojos para que no veas nada.